Acabo de llegar de un partido de fútbol lleno de emoción y adrenalina. El otro equipo tenía niños mayores y más corpulentos que los del equipo de mi hijo, y cada jugada se sentía como un desafío entre dos fuerzas desiguales. Mi hijo, como siempre, cuenta conmigo en cada partido, apoyándolo desde la línea. Como madre independiente de un niño de 10 años, que lleva un poco más de dos años disfrutando del fútbol, estoy acostumbrada a estas dinámicas, pero el partido de hoy me hizo reflexionar sobre la fortaleza y la resiliencia que hemos cultivado juntos en este camino.

Quizás no soy la cheerleader que él necesita, pero creo que mi estilo más tranquilo y observador también tiene su valor. Tal vez, con el tiempo, pueda llegar a aprender más sobre el juego, aunque ya siento que lo comprendo lo suficiente para seguirlo sin problemas. Mi personalidad no es tan efusiva como la de otros, pero cada uno tiene su manera de apoyar. 

Mientras observaba a los otros padres, me preguntaba: ¿Cómo podemos como padres encontrar el equilibrio entre apoyar las pasiones de nuestros hijos y permitirles desarrollar su propia independencia? ¿Qué crees que es más valioso para un niño: un padre que lo anima a gritos o uno que lo escucha y lo comprende? Siento que me pierdo tratando de encontrar la respuesta perfecta. 

A veces no sé qué decirle para darle la confianza que tanto merece. Él juega con toda su entrega, y yo quiero ser ese pilar que lo sostenga, esa voz que lo anime y que lo ayude a crecer, no sólo como jugador, sino como persona. Pero hay momentos en los que me siento pequeña frente a la gran responsabilidad de ser su único apoyo por fuera de la cancha. Veo a los otros padres y pienso: ¿Qué podría hacer diferente? ¿Cómo puedo estar más ahí para él, de una forma que realmente lo marque?

La respuesta no está en gritar más fuerte o en aprender todas las reglas del fútbol como si fuera una entrenadora profesional. El apoyo que mi hijo necesita se encuentra en esas palabras que compartimos después del partido, en la forma en que celebro sus pequeñas victorias o lo consuelo cuando las cosas no salen como él espera. Se trata de encontrar un equilibrio entre estar presente y permitirle aprender a confiar más en sí mismo.

No tengo todas las respuestas, pero quiero encontrar la manera de transmitirle que, aunque no sea la más ruidosa en la tribuna, siempre estoy ahí, con el corazón latiendo al ritmo de cada jugada. Ser madre soltera en las gradas tiene sus desafíos, pero también sus aprendizajes. Estoy aquí, creciendo y, sobre todo, amando a mi hijo con cada paso que damos juntos. Al final del día, lo que más deseo es ser el mejor apoyo para él. 

¿Cómo podemos, como padres, encontrar ese equilibrio entre el entusiasmo y la calma, para ayudar a nuestros hijos a crecer felices y seguros?

 ¡Feliz Día de las Velitas! Que esta noche sea una oportunidad para fortalecer los lazos familiares y celebrar la luz que cada uno de nosotros aporta a la vida de los demás.